Seguridad






En el colchón como un control remoto
se mueve el corazón,
palanqueamos
pero no podemos dejarlo quieto
evitar sus  dientes
y excesivos centímetros
se mea entre nosotros, nos acaricia la mitra
nos dice cochinadas y nos abraza
cae
un pedazo de la sábana, muchos
días mordidos en el centro de la uva
qué espanto
la esperma es un delfín marchando al olvido
estar en el centro de la tarde
estar como abriendo con navajas
la cáscara
de los segundos
y sentirse así
entre nosotros la sangre se hace adjetivo
posesivo de la almohada
y pregonamos calma porque estamos muertos








En tus ojos flotan algunos misiles
y  afuera marchan a la guerra los más muchachos
Bajo este piano que es mi boca
invado de estrellas el complejo país que formas
Sustancia mía, herida, enjuta
constelación de raíces
sediento voy a tu encuentro
convencido del
seremos nada
nada ovacionado
una sucesión desfilando bajo la noche
oscuridad plena de las aguas en calma
necesitábamos abrir aquella puerta
y trepar por los jarrones de flores amarillas
Estar en la incipiente noche provocando
la rabia de vivir y separarnos
Este pedazo de Mingus, de Charles,
que cocino cuando huyes
es el mismo espejo en que no miro
sino mi chompa y mi semblante
Estar mojados en un pedazo
de música extraña
qué es finalmente la certeza
de cabezas van las horas
en el mismo hilo denso del
humo que ahora nos separa



Seguridad de las manos que buscaron ansiosas
desvestirte
y entablar una ruta de tu cuello
al ozono
Seguridad de hallar mi cepillo en el vaso
con agua semi sucia
y estar siempre observando a los muchachos
Los lagartos abren la boca en los zapatos
Un pan aplastado es una metáfora
que vamos desnudando cuando
caemos entre los objetos marchitos
Perdimos un hijo y algunos meses
En los años venideros aprenderemos
a morar en las entrañas
en lo tibio, amore, siempre
caminando por el único camino
Seguridad de poder palanquear tu nombre
de las piedras
en la vereda un viejo se detiene
como todo el mundo
y el chorro de su manguera queda petrificada
las chispas no llegan a los pétalos morados
y su rostro es la etnografía
de los que salen temprano de casa
Seguridad de desvestirnos un par de meses
y años más
De entregarnos a redes taciturnos
De juntarnos por las noches
Y apagar el pucho en el arroz quedado
De los platos y la mesa redonda
De tu boca donde
digo
te amo te amo te amo
Seguridad de encontrar la chompa
en la hilera de gabanes
Seguridad del perro moviendo la cola
y de la sartén empujando el frío de
las verduras
Seguridad de la enfermedad en los ojos
de los que nacen
Del bello reflejo en los vidrios de los buses
donde la cola se alarga como el corazón de una tortuga
Seguridad de mi vaso de té
y de tus manos
Seguridad de encontrarte mañana
junto al fuego
entre las llaves y mis libros
Entre las legañas
y los zapatos
Seguridad de descorrer la ventana
y entablar amistad con los cordeles
y la lluvia
y en este amarillo remoto
sentarme a observar la noche
como un abedul triste


Seguridad del gato y del esternón abierto
Seguridad de las manos
debajo de las mesas
Seguridad de pisar una y otra vez
mi nombre
de llevar en borrador los calendarios
de levantarme hecho nada
y dormir descubriendo en la piel
la resina de los cuentos
Seguridad de observar los vidrios
minúsculos que forman los murales
que son cerros y personas que trabajan
y pensar que paciencia hizo esto
y que otra forma los copos de nieve
Seguridad de mi bluyín ajado
y mis zapatos
Seguridad de los buses que no llegan










Inflar la cabeza hasta que se haga papel rayado. Papel cuadriculado el pecho, las manos hoja bond A 4. Y estrujarte y estrujarte
y volverte a estrujar. Luego lanzarte bola rugosa a la calle.
Dejar que el vientito de las seis te silbe la frente, la barriga,
el corazón como un esmalte.
Dejar que todo esto sea cierto.
Avanzar abriendo los ojos y envuelto
y doblado
por las casas de cortinas tristes
y ventanas enrejadas












Mingus menea los dedos
dime qué miras,
como te mueves
ahorita que despacio
abriste este objeto
y qué tal te fue ayer,
de noche,
sacudiste tu ceniza en una ventana
tuviste algunas pesadillas
inolvidables
de tigres, zapatos o leones
o ganas de abrir la radio,
pagar con sencillo, irte
de una vez al cuarto

Te disculpaste, o gritaste,
Saliste despacio
u entraste en otros ojos
Fue dulce hacer el amor
y despertar en el cuarto vacío
Reconocer que todo y nada cambio
y que arriba el sol sí
se levanta y sale nuevamente
Las calles, dirás que fueron hechas
para que la gente se converse a si misma
Esta calle que fue Garcilaso, qué fue Wilson,
que mañana será otra
y después otra

Quizá después está calle sea un puente,
o sea la base de un banco.
Estoy pasando por ella.
Un hombre flaco con saco crema
devora un platito de salchipapa.
Ni el ni yo sabremos nunca nada.
Quizás su pecho sea abierto
y le crezcan nenúfares o lágrimas en los ojos
Ni él ni yo sabremos nunca nada.
Qué será de la banquita de Lima
frente a la estatua colosal
del sacerdote que en una mano abre un libro
y en la otra sostiene un corazón
Invadirán cualquiera de los cuartos,
el cemento contrito estará en otras formas.

Lo cierto es que ayer fuimos al cementerio
El Ángel
El silencio tiene un peso muy marcado
como las ramas tristes de los árboles secos
Bajamos a los mausoleos
Leímos incripciones,
las únicas flores que sobreviven
son las de plástico

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