Como una grosera, clara canción, inicio este diálogo frente a mí, con un polo negro viejo rugoso y la pierna en cuatro sobre la otra; las ojeras persisten, el dolor es necesario para imprimir, no deprimir. Me llegan un nido de canciones de motos y personas que deambulan, viven, gozan, se hacen la pichi afuera en los árboles. Debí llamarte antes, pensar que las cosas no funcionarían aunque estemos juntos volviendo a meternos en cama por amor y otros deseos, no puedo ya pronunciar tu corazón si no pego el cuerpo a las cosas tibias, apareces, como una grosera, clara canción, ríos de sonidos traspasan y se meten a esta tristeza, esta putisima diafanidad, el hablar es roído por encableados sonidos. Y tuve miedo, y no sé en realidad donde ando, hace tiempo que he perdido el sentido de las cosas inmediatas, me sobrecoge un enorme delirio de pasar un tiempo más atemporal, agobiado, vomitando, de la prensa idiota y del enfermizo y cobarde amor patrio, me aburre la cara de los que ha