sobre Hablemos de mi mientras las hormigas se comen el sol

(Foto de la pág Poesía sub 25)


Hay algunos pocos poetas interesados en recrear el movimiento de sus mentes, bajarse de la búsqueda de una estética para retratar la búsqueda de esa estética; ¿primeros libros que abren la idea de un nuevo apocalipsis creativo (¡!) o solo el miedo a no tener nada que decir? No tener discurso es tener discurso?

J. Estiven Medina Ortiz aparece dentro de esta nueva camada de poetas con perturbaciones “interiores y abiertas”, muy propias, escribiendo desde la certeza de la no certeza, desde un cinismo desgarrado, desde la paranoide adolescente, también desde la contradicción, desde una absoluta nitidez de lo que se dice, desde un lenguaje ya nada lírico, ya nada configurado a sabores de otros lados, de un lenguaje muy globalizado, desde los miles de humanitos y humanitos que los pueblan, es decir, desde una exploración mental que no va a ningún lado se ensimisma en su propia valva.

Y el grano es poetizar desde y sobre el propio sentido del acto de poetizar: es decir, el hecho de lanzarse a explicarse mientras va escribiendo el deseo de hacer arte y otros titubeos es creo, suficiente para declarar entrada, señoras y señores, la meta-poesía a la poesía peruana.  Es como si un pintor pintara cuadrados donde pinta; o un músico hablará de su miedo a componer canciones u himnos sobre la propia composición. Parece que las formas del mármol (letra) son tan difíciles (oficio jodido según Heraud el de la poesía) que mejor es fotografiarse mientras se recorre la búsqueda. Dejar un rastro del proceso creativo.  Poesía de no ficción?


El poeta habla desde  una absoluta intimidad, el atisbo de la realidad es expresado desde teoriza poética, buscando una forma y su extensión respirar en cada verso y a su vez burlarse ( ¿recordar con nostalgia, ternura?), se cuestiona, se marea, se hace de su desconcierto poesía; hasta ese rollo me parece entender que el poeta no se baja de un transe personal, pero a veces no capto sus señales de humo: “la Y por la J o la /
V por la B o cuando ponen una H sólo porque es muda/y creen que encaja en todas partes, etc.”

Por lugares por donde la pacata poesía aceptada no transita, no escapa, no toca, no le importa mezclarse. En últimas ese miedo a la importancia sigue, persiste, en el deseo de muchos jóvenes artistas peruanos y es más nítido, tiene mayor énfasis en la poesía más pop, más variada, más andrógina. Y es poesía de crisis. Me parece que este tipo de poesía seguirá usándose con mucho más técnica a futuro. El cuerpo ya está nítido y desnudo. La poesía peruana ha dejado de migrar en otras variantes que no sean su misma simiente. Estamos en época de transe.Y atolondramiento.


Lo paja de Hablemos de mi mientras las hormigas se comen el sol es que se abre para muchas lecturas expansivas. “La vida es lluvia que dura lo que tu depresión tarda en /hacerse un animal de descomunal energía creativa  El verso estirado, casi chicloso permite explorarse a sí mismo, entender los problemas de identidad y otros vicio de las últimas hordas, de los jóvenes bárbaros. Hay como una voz de fuera de foco, de escena, ultra posmo y bastante desenfadada. Y es por eso que esa sinceridad (o esa apuesta por yo yo del yo) que no puede ser sino traducción de sus huesos, estética sobre estética, desfallece y se agota por momentos: te odiaré en el desierto de mi pena y en otros asuntos trillados. Pero su yo es burlesco consigo mismo y es irónico, bipolar, sentimental.

Si los poetas son medio parrayos de Dios y a veces cuando no huevean mueven las antenas y captan señales de la extratosféra, el libro del joven (y no quiero adjetivar porque no acabaría) un vía ducto de un alma en pena. Un fantasma penando. Por eso, a veces el ritmo del poemario es monótono, con altibajos y con domino del lenguaje y en otros simplemente artificio. Estiven Medina es una puerta que traslada mensajes. Quizás la travesía de esta poesía con nerviosismo para afuera, con tecleos titubeantes sea el preludio de otras visiones menos confundidas. Quizá sea un puente para otros proyectos.

Juan Ramírez Ruiz que es autor de un libro luminoso, que 40 años después sigue vivo y culeando, y que debería ser la biblia de todo homo sapiens, llamado un Par de vueltas de la realidad y es autor clave para sentir los nuevos itinerarios de la poesía actual (está presente en Mario Santiago y David Meza, por citar a dos peñascos) apertura  un yo poético que se exalta, que así mismo se cuestiona, un yo poético que emociona y se declara totalmente (hijo del último Vallejo, el Vallejo que pretende ser poeta hasta dejar de serlo en la mente pero se araña y se corrige en el verso; hijo notable de Poemas Humanos) y es el amalgama del cuerpo, de la salud, de un discurso expansivo. El siguiente paradero fue Vida Perpetua donde ya se ve un desgaste del lenguaje, otra propuesta desde/sobre la idea del poema (en algunos lados invita a mirar el poema con seis grados de distancia, o leer ciertos poemas pasando la sombra por encima de ellos; o juegos con el sentido de crear y recrear poemas); libro por otro lado hermético donde ya es evidente un desgaste en la búsqueda sobre todo de modos no de fondo.  Quizá más cercanos a los proyectos de l'oulipo.

Parece que algunos poetas tienen su etapa experimental, una suerte de Trilce por la que se atraviesa para perder la herencia de la primera sabia, la más fresca y por eso cargada de traiciones... Medina se mete por esos transes. En este su segundo libro, de igual título aunque de diferente armonía nos propone el movimiento de un ser apabullado.

La edad ubica todo en partes iguales. En esa relatividad, no en otra, se ubica uno frente al mundo, las estrellas, la vida. Otros dicen que depende de la época. Los ojos de quién lee.  Una objetividad, una medida exacta para una tarea absurda como la tarea de desbrochar las formas del delirio.

Si ahora leemos a Chocano, por ejemplo, se le nota cierta tontera en la mirada, cierto aire de persona que se computa poeta y escribe cantando su yo interior, sus dos planos de origen. Otros como Scorza han envejecido notablemente, de sus poemarios solo quedan buenas imágenes, fulmineas imágenes logradas para siempre, pero de lo demás, nada; otros siguen alumbrando carreteras como Contranatura y en algunos hay  cables sueltos como en la poesía completa de Roger Santibañez. Otros son lunáticos que, como Verástegui, pretenden cambiar el mundo desde el poema parecen abrazados a un iceberg sosteniendo el miedo a no morir.

Desertar de ese aparente paraíso que se supone que debería ser la vida para los que se metieron mucho pop, punk, adolescencia a todo volumen e industria yanqui y soledad y drogas padece de una indefectible belleza. Poesía del espanto, de la sinrazón. Cuando lo conversacional imperante se ha replegado en sus cavernas y se repite (y lo político se va desdibujando) y el neobarroco se aplasta contra si mismo,  se manifiesta un deseo de estética mixta, un ir más allá de lo literario, medio híbrida, se apertura este delirio de vivirse en lo que se escribe, de hacer del yo más personal el elemento-puente que traslada la bitácora del viaje.


La lucha entonces es contra el sentido mismo de la realidad. El poeta poeta ya no se enfrenta contra el mundo metafísico u surrealista (su visión es más seca, me parece, más racional incluso) sino desde una perspectiva más amplia y concreta: atacar los memes culturales, el sentido común y la visión de lo concreto.  

No hay sino versiones de las cosas y seguir enredando y desenredando las situaciones por generaciones parece un oficio absurdo.  El ataque a la realidad ahora es cambiar los sentidos. Bueno, al final coincido con dos versos.

Pimentel: el poema es el tiempo que escribimos; Eielson: la vida es una obra de arte. O el de Pessoa: pensar es estar enfermo de los ojos. 


Cierro: leeamos a Medina, aquí hay futuro. 

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