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Absorbo tu cabello de
eucalipto, irrumpo en tu pelo de zarzamora y chupo todos tus huesitos. Y este
es el tiempo de nosotros. De desayunarnos, almorzarnos y cenarnos nuevamente.
Tenemos que engordarnos mucho, hacernos obesos de dicha, esta es la certeza latinoamericana:
podemos darle buenos días a la alegría. Defenderla de los latrocinios, y
recuperarla como una piñata. Que la navidad sea todos los días, que las
vacaciones inicien ahora, porque nuestro cuerpo tiene un solo reloj y una sola
vocación.
Y este es el tiempo, repito,
digo, aunque me salga pus de las orejas, este es el tiempo y es nuestro y
obedece a la forma de los ciclos del agua e insiste: no detenernos, no dudar,
abrazarnos todo el instante que se pueda, toda la longitud de nosotros es y será
la longitud del universo observándose así mismo dentro de nosotros, atisbando
la luz, el músculo, el cuerpo de la arquitectura y el pan de la eucarística.
Somos, ahora somos y es tiempo de no racionalizar nada, porque sentimos la
urgencia de una sed inmensa, impoluta y bella y ahora si, moviendo las piernas,
decimos sin decir: yo si puedo vivir del amor.
La ropa de colores tiembla
en los techos de mi barrio.
Alquilan un departamento para hombres solos.
Hay cosas que pasan, mi flaca,
el cine y las modas, pero nuestro amor llegó para quedarse. E imponerse. Y
sacamos la carita sucia de los cuartos viejos y nos abrazamos mirando la calle.
Y ya estoy sintiendo tu
cintura, sin exceso, el halo de tus ojos que es un poste de luz con un círculo
perfecto repleto de rayos de hielo luminoso, luz abriéndose. Con el sexo como
una flor abierta entre la boca, la luz avanza. Es un cirio que nos permite
vernos todavía. Hay que ser buenos antes de que nos caiga la muerte. Esto no es
moral ni religión, es sentido común. Ampliemos el sentido común, mi amor, toma
mi mano ahora, besa mi incertidumbre, y dime que somos, que podemos, que nos
encaminamos por los paisajes benditos de El Agustino.
Tiembla el papel y los
cables de luz son nudos y los nudos son nuestro lenguaje, porque la ciudad es
un nudo y el nudo es nuestra sinceridad.
Y nosotros somos la luz
abriéndole un tajo a la noche. El sexo es tierno, el dulce deseo de la
inconciencia no admite regresos.
Mis vecinas sacan su basura
por las mañanas. Y no admite regresos.
Y aunque está boca pruebe
que ahora ensayo, estoy empezando una novela sintiendo tu espalda donde debo
decir que una mujer monta un caballo cada jueves, y esa mujer
vuela por Seremsa y observa el caminar himenóptero y rudo de nosotros.
Esa mujer lleva los brazos
abiertos como calendario y dos dagas alzadas.
Esa mujer es tu espalda. La
frontera del temblor. Y puedo vivir del
amor, sin pena ni dolor, bailando así flaca, mi hermoso aleteo de mariposas
punzocortantes, de moscas que abrazan las paredes, de todo y nada, si tus ojos
son el paradero del gozo.
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