Poemas de Adam Zagajewski del libro Mano invisible

Un autor que repele de lo común y a su vez pasa lectura de las escenas bellas, tristes o profundas de la vida. Sus poemas son como abrir una galleta de la suerte: vienen cargados con experiencia. Son como reflexiones en primera persona de una vida de monje casi, dedicada al arte. A mi en verdad me sorprende que existan personas que le dediquen cuarenta años de su vida al poema. Que se la pasen en ello. (Leyéndome en él, fijándome como es la vida en mi barrio su voz me sonó cercana, de ese lado de seguir aprendiendo y cultivándose) En Zagajewski hay una exploración también de lo intelectual como único campo para pensar el mundo frente a una modernidad o no sé pos modernidad avasallante. Su repaso también es histórico, como no, y  esta critica/ojos que se revela en algunos de sus versos cierra la belleza de la revelación que carga.  Hay algo que sabemos sobre la poesía que abruma: que quiénes la frecuentan no la hacen solo como modo de evadir, sino de aprender u enfrentar la realidad. El autor de poemas es consciente de que es consciente y así es como habla, razona, anota, escribe. La poesía es realidad.   (NO TENGO LOS DERECHOS PARA SUBIR ESTO, SI INCOMODA A LA EDITORIAL LO PUEDO SACAR MI IDEA ES QUE SEA LEÍDO POR TODXS)







NUEVO HOTEL
                                    (Cracovia)

En febrero los álamos, helados, son aún
más delgados que en verano. Mi familia
está dispersada por toda la tierra, bajo tierra,
en varios países, en poemas, en cuadros.

Es mediodía, estoy en la plaza Na Groblach.
A veces venía por aquí para visitar (un poco
por obligación) a mis tíos.
Ellos no se quejaban ni si quiera de destino

o del sistema, sólo que sus caras recordaban
una librería de viejo vacía.
Ahora en esa casa viven otras personas,
desconocidas, el olor de una vida ajena.

Cerca de allí construyeron un nuevo hotel,
habitaciones claras, desayunos sin duda comme
     il faut,
zumo, café y tostadas, vidrio, cemento,
olvido, y, de repente,sin saber cómo,
un momento de una penetrante alegría.

CAFETERÍA
                                                (En Berlín)

En esta cafetería que se llama como un escritor francés,
en una ciudad extranjera, leí Bajo el volcán ,
esta vez con menos entusiasmo. "Realmente, uno tiene
    que curarse"
pensé. Quizá haya llegado a convertirme en un filisteo.
México estaba muy lejos y sus enormes estrellas
iluminaban, pero no para mí. Era el Día de Muertos.
La fiesta de la metáfora y la luz. La muerte como
   protagonista.
Algunas personas en las mesas de al lado, varios destinos
Reflexión, Tristeza, Sentido Común, Yvonne.
Llovía. Noté una pequeña felicidad. Alguien entró,
alguien salió, alguien finalmente dio con el perpetuum
mobile
.
Estaba en un país libre. En un país que se quedó solo.
No pasaba nada, los cañones habían callado.
La música no diferenciaba a nadie; la música pop que fluía
de los altavoces iba repitiendo: "Aún pasará muchas
cosas"
Nadie sabía qué hacer, adónde ir, por qué.
Pensé en ti, en nuestra intimidad, en cómo
huelen tus cabellos cuando empieza el otoño.
En el aeropuerto se elevó en el aire un avión
como un discípulo aplicado que cree
en lo que dijeron los antiguos maestros.
Los astronautas soviéticos afirmaban no haber encontrado
a Dios en el espacio, ?pero  lo habían buscado?

"VITA CONTEMPLATIVA"


Era ya septiembre, tal vez. Bebiendo un café insípido
en el jardín de la cafetería en el Museumsinsel,
yo pensaba en Berlín, en sus oscuras aguas.
He aquí negros edificios que han visto mucho.
Pero en Europa hay paz, los diplomáticos dormitan,
el sol es pálido,el verano muere tranquilamente,
las arañas le tejen una mortaja brillante, las hojas secas
de los plátanos escriben sus recuerdos de juventud.

Esto es la vita contemplativa.
Las oscuras paredes de Pérgamo; dentro, blancas
esculturas.
Bustos de belleza griega. Es esto.
Un altar ante el que nadie reza.
Esto es la vida contemplativa.
Narkisos: una copia romana de un joven griego
con prótesis de cobre ( ?un inválido de alguna
guerra? )
A lado de un kurós con su escroto (el phallus desapareció).

Tal vez estemos en una isla desierta.
Sin prisa avanza el tiempo, lentamente.
Bendita perplejidad, esto es la vita contemplativa.
Felicidad. Un  instante sin hora, como dijo el poeta
muerto en Lublin por una bomba. Es esto.
Y si estallara la vida activa de nuevo,
en esta o en otra ciudad, ?qué haría Artemisa
del siglo IV a. C.? ?O Narciso? ?O Hermes?
Caras apergaminadas que me miran con envidia;
yo todavía me puedo equivocar , ellas ya no.
Un equinoccio; es esto.
De la realidad con el sueño, del mundo y de la mente.
Es la alegría.
Quietud, una tensa atención, un levitar del corazón.
En negros muros, débilmente, arden claros
pensamientos.
Es esto. No sabemos lo que es.
Vivimos en un abismo. En las aguas oscuras. En el
resplandor.

PRIMERA COMUNIÓN

                       ( Calle Piramowicza, Gliwice)

Edificios de un gris oscuro con saledizos triangulares,
cerca de allí hay un pequeño parque y esculturas
 alemanas de piedra
 ( una especie de pseudobarroco de los años treinta).
Aquí la señora Kolmer me hizo fotografías
justo después de la primera comunión
con una sábana recién limpia como fondo:
este chico mofletudo soy yo. Estoy serio,
erguido, tengo un cirio en la mano.
Soy un católico principiante
que intenta separar el bien del mal,
pero que no sabe en qué se diferencian,
especialmente al amanecer y en el crepúsculo,
cuando la luz duda durante un largo instante.
Las hojas de los álamos del jardín son negras,
el mundo es negro, las casas son negras,
el aire es transparente, sólo la sábana es blanca.
Después llegará la fotografía en color
y atenuará los contrastes, nos concederá tal vez
una vida normal, unas fiestas espléndidas,
e incluso una segunda comunión.

JARDÍN DE LUXEMBURGO

Las casas de París no temen al viento ni a la
imaginación
(son sólidos pisapapeles,
el contrapeso de los sueños).

En el río compiten barcos blancos llenos de una
multitud
que reclama un saludo de los que están en la orilla;
esa multitud está de un humor excelente y liquida el
pasado.

De un taxi sale una pareja de turistas ricos
con ropas brillantes; los esperan camareros
con unas levitas que la moda no ha transformado.

Mientras, el Jardín de Luxemburgo empieza a vaciarse
y se transforma en un gigantesco herbario silencioso;

no recuerda a todos los que pasaron
por sus caminos sin percibir que ya no vivían.

Aquí vivió Mickiewicz, y allí August Strindberg
trabajó en la piedra filosofal
que no llegó a encontrar.

Está anocheciendo, viene una noche seria por el este,
recelosa y taciturna.
La noche viene de Asia y no hace preguntas.
Qué bello es lo extraño, qué fría la felicidad.

Se encienden luces amarillas en las ventanas sobre el
Sena
(he aquí algo realmente misterioso: la vida
de otras personas).

Lo sé, en esta ciudad ya no existe el secreto.
Pero existen los plátanos, las plazas y los cafés,
las calles afectuosas
y la mirada clara de las nubes que se va apagando
lentamente.

CON MI PADRE DE PASEO
                                   (Plaza Grunwaldzki, Gliwice)

Mi padre apenas recuerda nada. Con pocas
excepciones.
"¿Recuerdas cuando arreglaste el transmisor de la
AK?"1
"Claro que lo recuerdo". " ?Pasaste miedo?".
"No lo recuerdo". "Y mi madre, ?pasó miedo?".
"No lo sé".
"¿El jardín en la calle Piaskowa?"."Claro".
"¿Cómo huelen los tilos en flor?". "No".
"¿Recuerdas al señor Romer?". "A veces".
"¿Y cuando esquiabas en Czantoria?". "Quizá no"."¿Recuerdas la infinitud". "No, no la recuerdo.Pero pronto la veré". (Podría haber dicho esto).



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