good bye, hora zero

Yo creo que la poesía, la vida del poema, se quedó atrás del mundo. Si revisas toneladas y toneladas de poesía autista, poesía del yo, yo, yo; mi soledad y mi angustia. Creo que la poesía es algo que se quedó detrás del mundo y que definitivamente está muriendo, pero ha sido un gran arte, que, si está muriendo, lo haga por lo menos con una cierta grandeza. Los poetas bajaron del Olimpo, dice Nicanor, perfecto, ya se dieron sus buenas vacaciones, ya farrearon bastante, ya se lo chuparon todo, ahora de vuelta al Olimpo a entonar los últimos cantos de un arte que muere.

Zurita 


Hora Zero significó algo así como mi boleto de avión a las canchas de la poesía peruana. La poesía en general se abría como una bolsa de galletas animalito. Y uno podía llenarse la boca de todas las galletas que le daba la gana, porque todo el material horazeriano era nuevo, fresco y verdoso como un tesoro que habían traído las olas del mar. Una botella con toda la desesperación y belleza de una época, y la amenaza de repetirla o negarla. Eran como una caja de chelas: cada poema-botella abría un poco la sed y un poco el infinito. Todavía me faltaba la experiencia de vida para que Vallejo me dijera algo. Nos leemos en los poemas. No hay otra forma. Y por eso, todo intento de moral es ridículo.  Mi coraje e ignorancia llega a manifestar que Borges era poéticamente cerebral y aburrido y que los Zero eran la voz.

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Mi relación con el poema es de brújula y bitácora. Con Jorge Pimentel aprendí a llegar tan lejos como sea posible la velocidad de las palabras. La palabra no era un asunto de belleza, era (es) una onda expansiva para situarse en otras orillas. Tulio Mora ubica sus ojos en la historia de país y nos ofrecía la voz de Lucha Reyes mirando insectos en los micrófonos donde languidecía su voz que existe. El elegante Manuel Morales nos advertía que si tuviéramos un amigo que toca tambor lo cuidáramos, pero, ojo, nuestra mujer era nuestra mujer y nuestro amigo era nuestro amigo. Y de seguir el consejo tendríamos un amigo y una mujer que toca tambor. Juan Ramirez Ruiz había fotografiado y nombrado el resplandor: lo llamó júbilo y nos advirtió multiplicar el amor, pues nunca se nos va a terminar. Y los Hora Zero, en esos tiempos pre-universitarios fueron como los poetas jóvenes y vitales que necesitaba. El humus donde se fagocitaron las pesadillas y sueños.  

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Los Hora Zero en realidad son Los Beatles de la poesía peruana: Pimentel es Lennon, Verástegui es Paul, Juan Ramirez Ruiz es George y a veces, creo que Ringo es Tulio Mora o Jaúregui o Ángel Garrido o Jorge Nájar es todos ellos cantando un blus de amor “solo la certeza de estar vivo todavía, tú única verdad ahora que lo piensas”, en todo caso, Ringo es todos ellos y nosotros sus lectores que, curiosamente, crecimos leyéndonos. Y todos nos subimos a la misma azotea y cantábamos, mientras la chalina marrón es mecida por el viento, y éramos de algún modo felices, pues “sus libros afirmaban que no estábamos equivocados ni locos” Y su voz llegaba con los establecimientos de una muchacha llamada utopía y no importaba la palabra perfecta pues en nuestro país la poesía suda, gime y le apestan las axilas.

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Hagamos historia, inútil recuento. Me andaba preparando para entrar a la uni, y vivía con mi abuelo en Breña y el internet al que iba a estudiar o bajar preguntas di con links de su leyenda. Siempre he detestado los exámenes y buscaba una forma de asegurarme un futuro claro. “si voy a san marcos escritor, si voy a villarreal poeta” Me despedí de la azotea y de mi abuelo, y de la posibilidad de vivir juntos, arranqué mis medias del cordel y me fui de casa. No ingresé a la universidad.

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En mi inventario los poetas peruanos eran una horda ajenos a mi ritmo, nadie me aportaba nada, nada, nada. Los poetas tienen que meter gol desde el inicio. Si no se hacen tu pata ya fueron. Nosotros nunca perdonamos.  El poema no se situaba dentro de los placeres que aspiraba desde mi vida de barrio mediocre. El poema era sinónimo de alerdamiento. La vergüenza era el santo y seña para pasar piola.  El libro competía con el Super Nintento, las chicas y el rock punk. El atardecer celeste y navegable, repleto de lindas muchachas en short y bici, eran todo mi resplandor. Estaba hartado de la lectura obligatoria de Ña Catita y era demasiado inmaduro para morder las uvas de la ira. 

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La leyenda de Hora Zero existe. A veces le causa dolor estomacal a Rodolfo Hinostroza. Algunas veces despierta de la resaca a los iniciados. Otras veces solo florece tranquilo donde la revolución no se apaga.  Otras veces alegra a los muy jóvenes, frescos e iracundos, que llegan del paraíso y no saben que solo hay infierno. Y manifiestan una idea de que la fe y la vida es pertenecer a los amigos, situarse con ellos, en la amistad, en el amor desparramado. En el júbilo.  La leyenda de Hora Zero existe así le joda Fernando Ampuero. Como existe la leyenda de Mario Santiago, los Picapiedras y el mostro del lago Ness. Su leyenda existe, ahora ya han muerto.

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A veces Antonio Cisneros me visita en sueños. “no le hagas caso a nadie y vive” parece decir su sonrisa de conejo invencible y la comida rebasando de la mesa. Cisneros, que afirmaba ser un poeta casero, no era cercano a los Zeros. Algunos poetas pasan de moda. Hoy vendí uno de sus libros para conseguir el pasaje de regreso a casa. Nadie me los compró. Algunos poetas pasan de moda, algunos se mantienen joven aunque pasen los años. Góngora sigue en el top ten después de 300 años. Otra veces sueño que subo a una motocicleta con el poeta Miguel Urbizagástegui y vamos hasta Pachamác, allá a la morada de Leoncio Bueno. Y Leoncio, ¿cómo si no?, nos abre y los ofrece su guarida, y dentro un puñado de poemas con sus rebuznos propios.

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Su manifiesto me voló la cabeza. Palabras Urgentes es una afirmación. Cosas que no deben olvidarse, el decálogo de todo hora zeriano, es un himno nacional. Amar y no abreviarse era no solamente un verso paja o una iniciación sino un código penetrando en el mesencéfalo e iniciando nuevas redes neuronales. La poesía merecía florecer y obsequiarse. De lejos, Vallejo asentía con los huesos húmeros. El circulo de la sangre, la tibieza, se cerraba: era posible vivir siendo consecuente con los ideales más puros, su modo de entender la vida en poesía me situaba los ojos en el infinito. Aunque, ojo, Pimentel en el epígrafe de su libro Palomino advertía “solo es permisible ser poeta hasta los 24 años, luego eres loco. Mátenlo”

Todos estaban jóvenes y eran locos encaminados, locos de la prosapia del Quijote, en el fondo amorosos, y achorados. ¿Quién sino se atreve a denunciar el mundo desde renglones en blanco y negro que significan en realidad más que la realidad que percibimos diariamente? ¿Un hombre cuerdo? ¿Acaso un profesor que se toma enserio su trabajo en la sociedad que vivimos no tiene algo de loco y quijote?

Empezaba recién su moda y expansión dentro de la poesía vigente (2009-2010), e iniciaba su negación. Enrique Verástegui cantaba en los salones de las universidades con un tonito cercano a la gracia, Jorge Pimentel leía sus tromba con su impecable y oscuro terno, Tulio Mora cargaba bajo el brazo el grueso volumen antologador. Los broches mayores del sonido. Eloy Jaúregui se emborrachaba en el Queirolo y compraba su libro en el bulevar de Quilca para obsequiárselo a sus patas fans. Juan Ramirez Ruiz ya estaba enterrado y su repercusión llegaba al área de los poetas más chibolos. Omar Livano leía borracho el júbilo a una fila de policías burlones. El cosmos, el big bang se repartia por el oasis del terror en el mar de aburrimiento.   Ellos, que mataron a todos sus padres (salvo Vallejo y Heraud, creo) eran los siguientes en morir. 

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Creo que su idea del poema como forma de cambio es perdurable. Sus mensajes caerán, pero el deseo de realizar el puente-apertura a otro estado de conciencia afirma que las palabras son sellos en el alma, y quién los ubica en la corriente de su pensarse puede situarse lejos. Volver al éxtasis.

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A veces me acuerdo de Eloy Jaureguí. Es uno de los que más carajea y asume su personaje (¿o personalidad?). Bebe, requinta, chupa, se caga de risa, se computa bacán. Robó un banco (yo cierro el banco y mando a la conchesumadre al sistema), lo apresaron, pasó la prueba del maldito. El malditismo de los poetas peruanos llegó, como el romanticismo, con cierto retraso. Los poetas malditos salen benditos en sus fotos. Y solamente suele vivir en la cabeza de los que navegan buscando el resplandor en la maleza de Quilca o en otros espacios semejantes. El malditismo se reduce a un combo bien taypa de alcohol y drogas.

En sí, Hora Zero no fueron malditos. Su Palabras Urgentes es un manual de los lectores atentos, estudiosos, que fueron. Por estos lares algo parecido pasó con el Palabras Urgentes 2.media que hicieron los poetas de Sub 25. En realidad un testamento de gustos y preferencias. La lectura desde Hora Zero de la poesía peruana ha quedado atrás.

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Los Hora Zero, por cierto, fueron sanos. Si uno, por ejemplo, chapa Un par de vueltas por la realidad escucha la voz de Juan Ramirez Ruiz celebrando su buena salud. Jorge mismo aseguraba que solo tomaban tacitas de café y orejas de chancho. Latear era su trinchera. El poema no era la calle, ni los semáforos (bolas de billar: exquisita menta) parte de su decorado. Era la voz de los que “han adquirido conciencia” lo que ondulaba entre sus versos. En el futuro Verástegui predicaría el Yachay Hanay como una forma de buscar armonía mental.

  ¿Y después qué pasó? ¿Llegó Tulio Mora a vivir sin parecerse a Washington Delgado?

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Alberto Colán era un viejito caleta que bajaba con su gorrita blanca a los homenajes de Hora Zero. Viejito el hombre y sigiloso. Al fondo de la escena, miraba concentrado. Sus ojos inmensos.  Y poseía el tiempo suficiente para beberse una chela con los chibolos de la tribu y contarles sus andadas.

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"La última vanguardia de la poesía latinoamericana" cayó en mis manos y la ando devorando. Igual que unos textos manifiestos infras. Toda su vanguardia tiene presente ese fluir de la juventud que mi ciudad, o yo, veo como una especie de remedio contra la, hasta ahora no dicha públicamente, escoria social que ronda nuestro vecindario. Es cierto, ahora se ha puesto de moda el mundo, el mundo y los temas ecológicos y la guerrilla anti de los hora zero se ha ido desinflando.  
Ser sano ahora es bacán, es ser maduro. El aire está en ser natural. Amar la naturaleza que somos. Aceptamos la locura de los científicos y los psicólogos, todo es neuro, pero nadie tiene la correa de hacerle caso, o cuadrar, la emisión de los poetas. Los poetas son radicales libres. Es decir, son átomos de hidrógenos que se ligan con el ADN y lo mantienen en equilibrio.

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Soy un sujeto depresivo. A veces, como remedio casero para menguar el blue blue blue, ponía los vídeos de Jorge Pimentel. Sin duda, es el mejor lector de sus poemas. Y tanto es así que Tromba de Agosto tiene dos voces. Creo que la poesía es un género hermanado con la autoayuda, pero es la autoayuda para otro tipo de acomplejados. O para acomplejados más acomplejados.

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Y dentro del circuito, respiración horazeriano, más centrando en la coyuntura social (digamos en su primera etapa) queda como ingenuos ante la cirrosis de la vida de hoy (obviamente, mi vida de hoy no es tu vida de hoy, pero creo que se entiende que el cambio desde el comunismo no suena a nada)

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Mi generación no ha hecho ni llevado a cabo ningún tipo de revolución desde el arte ni desde la realidad. Solamente nos hemos informado. Somos más observadores. Estamos muy informados. Igual el poeta el silencioso, silente, zorro. Nuestro trabajo es explosionar los cimientos sólidos de la poesía. Se anuncia la bitácora de su final.

En esos marcos me sorprendió bastante, en todo caso me pareció uno de los golpes más directos al corazón del lector, el poema inédito de Jorge Pimentel. Se nota un poco la falta del antiguo vigor del poeta de los caballos y los guardacaballos que cuidan a su mujer y lo mantienen corriendo, galopando, meando sus inmensas ansias de vivir con el otro, el que ahora versa en el poema ya edito, es el otro yo. No tengo el libro entre las manos y masomenos la cita que quiero poner va sobre "mi vida no da ni para una película de media noche" o "ustedes cierran el libro y se van... siempre se van" Y hay otros de ese corte, entre confesional y desesperado, donde Pimentel condesa, de seguro, algunos de sus más hondos miedos. 

¿Pero qué carajos le espera a un poeta en nuestra periferia?

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Pues, nada. Solo ser leído por unos cuantos, y de esos cuantos menos, y de esos menos menos, hasta llegar a los dedos de la mano que se cierran y te dan un golpe en la frente. Por eso me resulta atractiva la idea de que, ahora, cualquier verso que se abra entre tus manos es ya milagroso.

¿Cuánto ha viajado hasta situarse ahí? 

(A veces creo que una novela estupenda sería contar la vida de cualquier poeta peruano, digamos, reconocido y hasta celebrado, el entre cámaras, "la foto donde mira" A Bolaño la historia le dio resultado y hasta fama: aun así mandando al carajo la otra idea peligrosa de lanzarse a los caminos)

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Los Hora Zero se ven, a la distancia, cansados y exhaustos.  Sobrevivieron a un siglo como héroes, y así intuyo morirán. Es curioso ver el diálogo entre los Hora Zero y el resto del continente. La conversación con los nadaístas e infras es vigente. Lo cierto es que el proyecto, como todos los igualmente dignos de proteger el fuego, ahora goza de solo yacer en sus lectores. El compromiso social como un canto político ha muerto, la idea del poema integral no quedó del todo claro, ni con Juan Ramirez Ruiz. Del que se habla y escucha y suena más es de Verástegui. Y de seguro crecerá. De por sí, el famoso zambo es un héroe, creo que fue uno de los pocos que se lanzó a escribir con una fe de kamikaze.

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Aunque le joda a Rodolfo Hinostroza, los poemas de Hora Zero llegaron para quedarse. (Algo más con el gran Hinostroza, autor de una obra maestra, donde expresa que “no quiere ser un poeta que viaje en bus” afirmó también que más bello era un griego desnudo frente al Sena que un cholo calato frente al Rimac. No sé, por cierto dónde lo dijo. Si alguien lo recuerda, que deje su mensaje. Por cierto, esto va y se refiere solamente a la personalidad expresada en sus poemas, no tiene nada que ver con el señor que en el DNI responde a dicho nombre.)

El tiempo, que da y a veces quita, alza entre sus olas la voz del vate Leoncio Bueno “ y otros jóvenes vendrán a decir: nos han dado una tragedia para poetizarla” Hora Zero está condenado a repetirse, Hora Zero está condenado a crear grupos de insurgencia que lo nieguen y repitan.

Kloaka, por ejemplo. La Kloaka de Hora Zero.

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Miguel Urbizagástegui, caminando por Av. Arequipa, jueves por la noche, mordiendo de migaja en migaja su pan con pollo deshilachado y papitas al hilo “Creo que Tajo cierra la etapa de la poesía social y conversacional. Fue el último último intento”

Repito, Hora Zero está condenado a repetirse. Todos estamos condenados a vivir nuevamente el circulo y el rito. La vanguardia se ha impuesto como la bisagra donde se retuercen los que ya se metieron el rollo del sistema. Igual carece de importancia pues ahora sabemos que los seres humanos no somos ni la mitad de toda la materia del universo. Jorge Pimentel sale del Wong de Miraflores, lo saludo y me presenta a su esposa.

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Bueno, aquí los dejo, se acabó este cuento. Resumo: lo bacán bacán de Hora Zero es que ya forma parte de la naturaleza y del ritmo que se respiran, el ecosistema creció aquí en América del sur.   

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